Un mundo reconstituido

No es ningún secreto que vivimos entre los pedazos esparcidos de un espejo hecho añicos que antes llamábamos realidad. Nos encontramos con el caótico y tedioso empeño de dar sentido, algún tipo de sentido,  a esos  pequeños fragmentos brillantes. Si entendemos el conocimiento estético como el único modo posible para intentar comprender como un todo, aunque sea de modo efímero, esa enorme pila de escombros, tenemos que reconocer que la obra reciente de Judy McCaig se le acerca mucho. Porque su trabajo no sólo ofrece una reconstitución  determinada de un mundo coherente perdido hace tiempo, sino que también da al que lo contempla la oportunidad de llenar los huecos con su propia experiencia. No es una cuestión de belleza o de ver las flores entre la basura. Es una cuestión de necesidad, de poner en marcha un gesto operativo que es a la vez, acción, reacción y conjunción. No es una cuestión de object trouvé o de simple gestualidad impuesta sobre la materia, sino que es una aproximación al contexto mucho más sensible, sofisticada y sutil. En eso consiste la obra de McCaig, en una reflexión sobre el contexto, sobre cómo influye en nuestras emociones y en cómo nosotros, a su vez, lo alteramos para acomodarlo mejor a nuestra existencia errática y desamparada. El acto primario para hacerlo habitable.

Enric Massip-Bosch